Aún me acuerdo de la primera vez
que lo vi. Dos personas totalmente ajenas a lo que sucedería unos años después.
No sé cómo explicarlo, pero ese día algo pasó desapercibido en mi cuerpo, en mi
cabeza; simplemente me saludó y mirándome de arriba abajo dijo mi nombre. Ambos
estábamos con nuestras parejas aquel día y cuando las presentaciones formales
acabaron cada uno siguió su vida como si nada hubiera cambiado o como si nada
fuera a cambiar. Sin embargo, la vida estaba planeando algo para nosotros sin
que nosotros supiéramos nada.
Muchas cosas pasaron desde
aquella fiesta donde la gente se empapaba en vino y se rompían las camisetas
unos a los otros, y cuando lo vi por segunda vez algo en mi interior volvió a
encenderse aunque no lo reconocí. Le miré a los ojos cuando me explicaba que
era novato en la universidad a la que yo iba y observé detenidamente su cara
cuando me preguntaba cómo funcionaba el sistema de evaluación. Estaba nervioso,
seguramente por ser su primera vez en una universidad como la UNED, pero yo
también lo estaba; no sé porqué, creo que era su presencia, el miedo a que se
acercara más a mí y que lo que se había encendido en mi interior explotara.
Creo que él no lo sabe, pero ese día lo busqué mientras hacíamos el examen y no
podía parar de mirarlo, había algo en él que me desconcertaba. Las dos horas
del examen terminaron y él desapareció como si nunca hubiera estado allí, así
que una vez más me fui a mi casa pensando que no había probabilidad ninguna de
volverlo a encontrar, pero algo me empujaba a buscarlo, a descubrir quién era y
así ocurrió. Los dos nos buscamos mutuamente hasta que nos encontramos en las
redes sociales y nos dimos cuenta de que ya nos habíamos visto una vez e
incluso dos en un centro comercial, así que esa había sido nuestra tercera vez.
Me engañaría a mi misma si dijera
que el destino no nos ayudó a que todo sucediera tal como sucedió. De ahí a un
año y medio mi pareja me había dejado y por arte de magia recibí un mensaje de
él… No sé cómo sucedió pero ahí estaba, un mensaje en mi teléfono preguntándome
cómo iba todo. Empezamos a hablar de las cosas que habían sucedido desde la
última vez que nos habíamos visto, y a ambos nos habían pasado cosas de esas
que dejan cicatrices en el alma, donde nadie puede verlas. Con el paso de los
días, las conversaciones eran más largas y uno de esos decidimos quedar para
estudiar en la universidad. Fue realmente ahí donde empezó todo. Suena extraño
que todo pueda comenzar en una biblioteca donde todo el mundo está estudiando y
el silencio es el máximo anfitrión del lugar. Aún así, yo podía escuchar su
respiración a mi lado y poco a poco, sin darnos cuenta si quiera de lo que
estaba sucediendo, nuestras sillas se pegaron la una a la otra y nuestras manos
se juntaron por primera vez. Suena hasta romántico, a pesar de que en el fondo,
los dos sabíamos que nuestra historia sería de esas que jamás se olvidan pero
no continúan.
A raíz de esa tarde, quedamos una
noche para pasear y aunque sabíamos que cada roce era una chispa entre
nosotros, decidimos veros igual y dar rienda suelta a lo que el cuerpo nos
pedía. Si soy sincera, no sé si fue lo mejor que hice o si en realidad fue
bueno lo que pasó, pero el primer beso que me dio, y todos los que vinieron
después, las caricias y las aventuras, se me tatuaron en el corazón para
siempre.
No tuvimos una relación de ir a
cenar a restaurantes, ni siquiera fuimos al cine alguna vez. Tampoco éramos
capaces de no estar desquiciados el uno con el otro sin tener un motivo
aparente, pero fue bonito y fue perfecto mientras duró. ¿Lo quise? Estoy segura
de qué más de lo que yo misma creo y seguramente más de lo que él a mi me
quiso; pero eso ya no importa… Me gusta pensar que se acuerda de mí cada vez
que se sube al coche o cada noche al dormirse. Me gusta pensar que el sintió al
menos una cuarta parte de lo que yo sentí por él y que aunque el tiempo pase
sea capaz de dedicarme algún pensamiento por pequeño que sea.
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