domingo, 15 de marzo de 2015

Azul marino, como el mar cuando está picado

Aún me acuerdo de la primera vez que lo vi. Dos personas totalmente ajenas a lo que sucedería unos años después. No sé cómo explicarlo, pero ese día algo pasó desapercibido en mi cuerpo, en mi cabeza; simplemente me saludó y mirándome de arriba abajo dijo mi nombre. Ambos estábamos con nuestras parejas aquel día y cuando las presentaciones formales acabaron cada uno siguió su vida como si nada hubiera cambiado o como si nada fuera a cambiar. Sin embargo, la vida estaba planeando algo para nosotros sin que nosotros supiéramos nada.

Muchas cosas pasaron desde aquella fiesta donde la gente se empapaba en vino y se rompían las camisetas unos a los otros, y cuando lo vi por segunda vez algo en mi interior volvió a encenderse aunque no lo reconocí. Le miré a los ojos cuando me explicaba que era novato en la universidad a la que yo iba y observé detenidamente su cara cuando me preguntaba cómo funcionaba el sistema de evaluación. Estaba nervioso, seguramente por ser su primera vez en una universidad como la UNED, pero yo también lo estaba; no sé porqué, creo que era su presencia, el miedo a que se acercara más a mí y que lo que se había encendido en mi interior explotara. Creo que él no lo sabe, pero ese día lo busqué mientras hacíamos el examen y no podía parar de mirarlo, había algo en él que me desconcertaba. Las dos horas del examen terminaron y él desapareció como si nunca hubiera estado allí, así que una vez más me fui a mi casa pensando que no había probabilidad ninguna de volverlo a encontrar, pero algo me empujaba a buscarlo, a descubrir quién era y así ocurrió. Los dos nos buscamos mutuamente hasta que nos encontramos en las redes sociales y nos dimos cuenta de que ya nos habíamos visto una vez e incluso dos en un centro comercial, así que esa había sido nuestra tercera vez.

Me engañaría a mi misma si dijera que el destino no nos ayudó a que todo sucediera tal como sucedió. De ahí a un año y medio mi pareja me había dejado y por arte de magia recibí un mensaje de él… No sé cómo sucedió pero ahí estaba, un mensaje en mi teléfono preguntándome cómo iba todo. Empezamos a hablar de las cosas que habían sucedido desde la última vez que nos habíamos visto, y a ambos nos habían pasado cosas de esas que dejan cicatrices en el alma, donde nadie puede verlas. Con el paso de los días, las conversaciones eran más largas y uno de esos decidimos quedar para estudiar en la universidad. Fue realmente ahí donde empezó todo. Suena extraño que todo pueda comenzar en una biblioteca donde todo el mundo está estudiando y el silencio es el máximo anfitrión del lugar. Aún así, yo podía escuchar su respiración a mi lado y poco a poco, sin darnos cuenta si quiera de lo que estaba sucediendo, nuestras sillas se pegaron la una a la otra y nuestras manos se juntaron por primera vez. Suena hasta romántico, a pesar de que en el fondo, los dos sabíamos que nuestra historia sería de esas que jamás se olvidan pero no continúan.

A raíz de esa tarde, quedamos una noche para pasear y aunque sabíamos que cada roce era una chispa entre nosotros, decidimos veros igual y dar rienda suelta a lo que el cuerpo nos pedía. Si soy sincera, no sé si fue lo mejor que hice o si en realidad fue bueno lo que pasó, pero el primer beso que me dio, y todos los que vinieron después, las caricias y las aventuras, se me tatuaron en el corazón para siempre.


No tuvimos una relación de ir a cenar a restaurantes, ni siquiera fuimos al cine alguna vez. Tampoco éramos capaces de no estar desquiciados el uno con el otro sin tener un motivo aparente, pero fue bonito y fue perfecto mientras duró. ¿Lo quise? Estoy segura de qué más de lo que yo misma creo y seguramente más de lo que él a mi me quiso; pero eso ya no importa… Me gusta pensar que se acuerda de mí cada vez que se sube al coche o cada noche al dormirse. Me gusta pensar que el sintió al menos una cuarta parte de lo que yo sentí por él y que aunque el tiempo pase sea capaz de dedicarme algún pensamiento por pequeño que sea.

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