(Lee esta historia desde el primer capítulo)
CAPÍTULO IV
La universidad estaba llena de gente y Alex no paraba de bromear sobre lo ridículo que llevaba el pelo aquel día. Estaba muy nerviosa, notaba como mis piernas a penas soportaban el peso de mi cuerpo y como un ligero malestar invadía mi barriga poco a poco. Se estaba acercando el momento y ni siquiera sabía cómo iba a entrar en aquella clase por primera vez.
Cuando estábamos delante de la
puerta del Aula Magna no pude reprimir un bufido… ¡Me va a dar algo! Sólo tenía
que respirar y reproducir lo que había practicado con Alex en su casa. No podía
ser tan difícil. Me giré para despedirme de Alex y entrar en aquella basta
superficie llena de sillas y mesas, cuando noté que él me estaba mirando muy
serio.
-
Lo
vas a hacer muy bien – dijo poniéndose a mi altura – Todos sabemos que eres la
empollona del grupo – sonrió.
-
¡No
soy empollona! – bufé mientras me colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja
– Sólo soy ligeramente lista
-
¿Ligeramente?
Con 22 años vas a dar una clase a los estirados de psicología sobre “no sé qué
trastornos” y no has terminado la carrera… Creo que deberías valorarte un poco
más
Era tremendamente insoportable y
cuando se ponía serio o profundo era muchísimo peor, pero supongo que cuando
alguien entra en tu vida dejando el currículum de mejor amigo no se pueden
esperar menos beneficios. Lo miré fijamente a los ojos y le eché la lengua con
todas mis ganas, se merecía un gesto peor por tener la razón en algo así que
cerré los ojos muy fuerte e hice con más ganas mi gesto de burla. Cuando abrí
los ojos su nariz estaba tocando la mía, notaba su respiración en mi cara y no
me molestaba, ni siquiera sabía cuantos segundos habían pasado pero me habían
parecido una fugaz eternidad.
-
La
próxima vez que me saques la lengua, te la muerdo
Abrí los ojos como platos y me
fui de su lado sin mirarle a los ojos siquiera, ¿pero qué estaba haciendo? No
quería ni pensarlo pero ese recuerdo se reproducía en mi mente una y otra vez
sin parar, como si alguien le hubiera dado a la opción de un bucle infinito.
¿Qué me estaba pasando? Nunca había pensado en Alex de esa manera, era mi mejor
amigo y esas cosas estaban prohibidas ¿no? Seguramente lo pondría en algún
manual de colegas o algo así. ¿Pero qué coño estoy pensando? Ha sido una
tontería, otro tonteo de amigos, porque los amigos también tontean y seguro que
él ya no se acordará después, eso es…
-
¿Estás
lista? – dijo una nerviosa y femenina voz
-
-
¿Eh, qué?
-
Qué
si estás lista, Raquel… Tienes que estarlo, es una oportunidad buenísima para
ti y podría ayudarte con algunos créditos de tus prácticas externas…
-
¡Oh,
sí! No se preocupe Directora, lo haré lo mejor que pueda – le sonreí enseñando
los dientes y ocultando mi nerviosismo - ¡Allá voy!
Entré al aula por una de las
grandiosas puertas laterales y sentí como algunas miradas curiosas me
examinaban exhaustivamente en la tenue oscuridad del aula. Se oían susurros
procedentes de conversaciones privadas, algunas palabras volaban libres por la
sala perdiéndose en el alto techo y por supuesto se oía silencio, un silencio
que se iba volviendo realmente pesado a medida que mis piernas me guiaban al
amplio escenario en el que seguramente los demás me verían muy pequeña.
Cuando llegue al centro de
aquella especie de mirador sentí las miradas clavadas en mí, miradas que
parecían poder traspasar cualquier cosa, ver hasta la más íntima inseguridad.
Me aclaré la voz mientras tocaba con las palmas de las manos mi vestido de tubo
granate que me llegaba hasta las rodillas. Miré mis zapatos de tacón negros
pensando que quizá debería haberme puesto unas converse y unos vaqueros, en vez
de ir vestida como la típica profesora con moño y gafas de los sueños masculinos.
Miré al fondo del aula y pude ver
como la mirada penetrante de la Directora se posaba en mí con una especie de
amenaza implícita en ella. Suspiré y sin dejar a mi hiperactiva mente continuar
con sus idas y venidas me presenté.
-
Buenas
tardes. Mi nombre es Raquel y me parece que a partir de ahora seré su guía durante
sus estudios en el apasionante mundo de la conducta infantil y adolescente. Soy
consciente de que han estudiado las bases de la terapia y sus herramientas, por
lo que me gustaría empezar hablándoles sobre los trastornos del sueño en la
etapa de la infancia…
Las horas fueron pasando
deliciosamente mientras el ambiente se cargaba de exquisitos conceptos
psicológicos e historias personales sobre pesadillas y anécdotas infantiles que
nada tenían que ver con la materia pero que le daban a la clase una esencia
especial. Era el tiempo de las preguntas y me sentía extrañamente emocionada al
tiempo que empecé a sentir miedo por no saber contestar correctamente las
preguntas y parecer una simple estudiante de tercer año sin habilidad ni
aptitud para la enseñanza.
Sin embargo, las preguntas
resultaron ser bastante básicas y teóricas, y una vez terminadas me despedí y
me giré dispuesta a salir de allí con un gran sabor de boca.
-
Perdone
profesora – una voz interrumpió mi caminar decidido – querría preguntarle algo
antes de que se vaya
Dirigí mi mirada hacia los
alumnos intentando averiguar de quién provenía la pregunta. Repasé cada fila
unas dos veces hasta que un alumno que estaba sentado en el final del Aula
Magna se levantó dejándose ver por fin. El alumnos en cuestión era un chico de
unos 24 años muy atractivo, su pelo era rubio y tenía la piel morena, y no
parecía el típico listillo que se sienta en el fondo de la clase.
-
Verá,
ha explicado todo lo necesario sobre la teoría pero apenas se ha parado a
explicarnos qué es un terror nocturno. No me refiero a que nos dé una
definición, si no que nos hable de algo más profundo ¿Sería posible?
Por un momento me quedé
totalmente petrificada, ¿qué que es un terror nocturno? ¿qué explique cómo es?
Seguramente era la pregunta que menos me esperaba escuchar en aquel momento…
-
Quiero
que se imagine lo que voy a decir a partir de ahora – dije con la voz ronca –
Imagine lo que le dé más miedo en este mundo, un miedo que le produzca una
angustia aterradora, tanto que solo el mero hecho de pensar en ello le corte la
respiración y le haga sentir como su vida se quiebra sin poder evitarlo…
Imagínese estar dormido pero despierto, como un sudor frío le recorre el cuerpo
y como todos sus músculos se tensan al unísono. Querer despertar y estar
atrapado en su propio subconsciente donde todo parece no llegar nunca… y lo
peor es despertarse gritando de terror sin saber que lo que hay a tu alrededor
es la realidad, porque es justo ahí donde el mundo de los sueños y la realidad
se cruzan, pero siempre predomina el sueño. Por último, imagínese el miedo a
quedarse dormido. Espero que haya sido lo suficientemente profundo. Que tengan
una buena noche.
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