jueves, 23 de julio de 2015

Cuando nada es mío... (Capítulo IV)

(Lee esta historia desde el primer capítulo)
CAPÍTULO IV

La universidad estaba llena de gente y Alex no paraba de bromear sobre lo ridículo que llevaba el pelo aquel día. Estaba muy nerviosa, notaba como mis piernas a penas soportaban el peso de mi cuerpo y como un ligero malestar invadía mi barriga poco a poco. Se estaba acercando el momento y ni siquiera sabía cómo iba a entrar en aquella clase por primera vez.
Cuando estábamos delante de la puerta del Aula Magna no pude reprimir un bufido… ¡Me va a dar algo! Sólo tenía que respirar y reproducir lo que había practicado con Alex en su casa. No podía ser tan difícil. Me giré para despedirme de Alex y entrar en aquella basta superficie llena de sillas y mesas, cuando noté que él me estaba mirando muy serio.
-          Lo vas a hacer muy bien – dijo poniéndose a mi altura – Todos sabemos que eres la empollona del grupo – sonrió.
-          ¡No soy empollona! – bufé mientras me colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja – Sólo soy ligeramente lista
-          ¿Ligeramente? Con 22 años vas a dar una clase a los estirados de psicología sobre “no sé qué trastornos” y no has terminado la carrera… Creo que deberías valorarte un poco más
Era tremendamente insoportable y cuando se ponía serio o profundo era muchísimo peor, pero supongo que cuando alguien entra en tu vida dejando el currículum de mejor amigo no se pueden esperar menos beneficios. Lo miré fijamente a los ojos y le eché la lengua con todas mis ganas, se merecía un gesto peor por tener la razón en algo así que cerré los ojos muy fuerte e hice con más ganas mi gesto de burla. Cuando abrí los ojos su nariz estaba tocando la mía, notaba su respiración en mi cara y no me molestaba, ni siquiera sabía cuantos segundos habían pasado pero me habían parecido una fugaz eternidad.
-          La próxima vez que me saques la lengua, te la muerdo
Abrí los ojos como platos y me fui de su lado sin mirarle a los ojos siquiera, ¿pero qué estaba haciendo? No quería ni pensarlo pero ese recuerdo se reproducía en mi mente una y otra vez sin parar, como si alguien le hubiera dado a la opción de un bucle infinito. ¿Qué me estaba pasando? Nunca había pensado en Alex de esa manera, era mi mejor amigo y esas cosas estaban prohibidas ¿no? Seguramente lo pondría en algún manual de colegas o algo así. ¿Pero qué coño estoy pensando? Ha sido una tontería, otro tonteo de amigos, porque los amigos también tontean y seguro que él ya no se acordará después, eso es…
-          ¿Estás lista? – dijo una nerviosa y femenina voz
-          - ¿Eh, qué?
-          Qué si estás lista, Raquel… Tienes que estarlo, es una oportunidad buenísima para ti y podría ayudarte con algunos créditos de tus prácticas externas…
-          ¡Oh, sí! No se preocupe Directora, lo haré lo mejor que pueda – le sonreí enseñando los dientes y ocultando mi nerviosismo - ¡Allá voy!
Entré al aula por una de las grandiosas puertas laterales y sentí como algunas miradas curiosas me examinaban exhaustivamente en la tenue oscuridad del aula. Se oían susurros procedentes de conversaciones privadas, algunas palabras volaban libres por la sala perdiéndose en el alto techo y por supuesto se oía silencio, un silencio que se iba volviendo realmente pesado a medida que mis piernas me guiaban al amplio escenario en el que seguramente los demás me verían muy pequeña.
Cuando llegue al centro de aquella especie de mirador sentí las miradas clavadas en mí, miradas que parecían poder traspasar cualquier cosa, ver hasta la más íntima inseguridad. Me aclaré la voz mientras tocaba con las palmas de las manos mi vestido de tubo granate que me llegaba hasta las rodillas. Miré mis zapatos de tacón negros pensando que quizá debería haberme puesto unas converse y unos vaqueros, en vez de ir vestida como la típica profesora con moño y gafas de los sueños masculinos.
Miré al fondo del aula y pude ver como la mirada penetrante de la Directora se posaba en mí con una especie de amenaza implícita en ella. Suspiré y sin dejar a mi hiperactiva mente continuar con sus idas y venidas me presenté.
-          Buenas tardes. Mi nombre es Raquel y me parece que a partir de ahora seré su guía durante sus estudios en el apasionante mundo de la conducta infantil y adolescente. Soy consciente de que han estudiado las bases de la terapia y sus herramientas, por lo que me gustaría empezar hablándoles sobre los trastornos del sueño en la etapa de la infancia…
Las horas fueron pasando deliciosamente mientras el ambiente se cargaba de exquisitos conceptos psicológicos e historias personales sobre pesadillas y anécdotas infantiles que nada tenían que ver con la materia pero que le daban a la clase una esencia especial. Era el tiempo de las preguntas y me sentía extrañamente emocionada al tiempo que empecé a sentir miedo por no saber contestar correctamente las preguntas y parecer una simple estudiante de tercer año sin habilidad ni aptitud para la enseñanza.
Sin embargo, las preguntas resultaron ser bastante básicas y teóricas, y una vez terminadas me despedí y me giré dispuesta a salir de allí con un gran sabor de boca.
-          Perdone profesora – una voz interrumpió mi caminar decidido – querría preguntarle algo antes de que se vaya
Dirigí mi mirada hacia los alumnos intentando averiguar de quién provenía la pregunta. Repasé cada fila unas dos veces hasta que un alumno que estaba sentado en el final del Aula Magna se levantó dejándose ver por fin. El alumnos en cuestión era un chico de unos 24 años muy atractivo, su pelo era rubio y tenía la piel morena, y no parecía el típico listillo que se sienta en el fondo de la clase.
-          Verá, ha explicado todo lo necesario sobre la teoría pero apenas se ha parado a explicarnos qué es un terror nocturno. No me refiero a que nos dé una definición, si no que nos hable de algo más profundo ¿Sería posible?
Por un momento me quedé totalmente petrificada, ¿qué que es un terror nocturno? ¿qué explique cómo es? Seguramente era la pregunta que menos me esperaba escuchar en aquel momento…

-          Quiero que se imagine lo que voy a decir a partir de ahora – dije con la voz ronca – Imagine lo que le dé más miedo en este mundo, un miedo que le produzca una angustia aterradora, tanto que solo el mero hecho de pensar en ello le corte la respiración y le haga sentir como su vida se quiebra sin poder evitarlo… Imagínese estar dormido pero despierto, como un sudor frío le recorre el cuerpo y como todos sus músculos se tensan al unísono. Querer despertar y estar atrapado en su propio subconsciente donde todo parece no llegar nunca… y lo peor es despertarse gritando de terror sin saber que lo que hay a tu alrededor es la realidad, porque es justo ahí donde el mundo de los sueños y la realidad se cruzan, pero siempre predomina el sueño. Por último, imagínese el miedo a quedarse dormido. Espero que haya sido lo suficientemente profundo. Que tengan una buena noche.

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