jueves, 21 de mayo de 2015

Trastornos del comportamiento perturbador ¿Cómo lo detectamos y qué hacemos?

Los trastornos del comportamiento perturbador son trastornos relacionados con la conducta de los niños y los adolescentes, que pueden llegar a ser peligrosos para el propio niño y las personas que están a su alrededor. 

Podemos hablar de dos tipos, el Trastorno negativista desafiante y el Trastorno disocial. Para diferenciarlos, el Trastorno negativista desafiante se caracteriza por seguir un patrón de comportamiento hostil y desafiante que dura al menos 6 meses. Entre los diferentes tipos de comportamiento podemos nombrar los siguientes:


  • El niño se encoleriza e incurre en pataletas
  • Discute con adultos
  • Desafía a los adultos y rehusa cumplir con sus obligaciones
  • Molesta de forma deliberada a otras personas
  • Acusa a otros de los errores que él mismo comete
  • Es fácilmente molestado por los otros
  • Es resentido
  • Es rencoroso y vengativo
Este trastorno provoca un deterioro verdaderamente significativo en ámbitos con el social, académico y laboral.


Por otro lado, el Trastorno disocial es un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos básicos de otras personas o incluso las normas sociales propias de su edad, manifestando conductas agresivas hacia personas, animales y a la propiedad. En este trastorno, es necesario detectar la gravedad, ya que puede ser leve, moderado o grave.

El diagnóstico de trastorno disocial se lleva a cabo cuando se observa que se presenten tres o más comportamientos (los pondremos a continuación) durante los últimos 12 meses y uno de los criterios durante los últimos 6.

Comportamientos/Criterios:

  • Fanfarronea, amenaza e intimida a otros
  • Inicia peleas físicas
  • Utiliza armas que pueden causar daños físicos graves a otras personas
  • Crueldad física hacia otras personas o animales
  • Ha robado enfrentándose a la víctima
  • Ha forzado a alguien a una actividad sexual
  • Ha provocado deliberadamente incendios con la intención de causar daños
  • Ha destruido deliberadamente propiedades privadas
  • Ha violentado el hogar, casa o coche de otra persona
  • Miente para obtener beneficios y evitar obligaciones
  • Ha robado objetos de valor sin enfrentamiento con la víctima
  • Permanece a menudo duera de casa a la noche a pesar de las prohibiciones paternas
  • Se ha escapado de casa por lo menos dos veces
  • Suele hacer novillos en la escuela
Este último trastorno está dividido en varios subtipos ya que podemos tener un hijo disocial que este bien integrado dentro de su grupo de referencia o que solo enfoca su agresividad a la familia. Es importante dejar claro, que el Trastorno disocial prevalece siempre sobre el Trastorno negativista desafiante.

Muchos padres se autoculpan sobre el comportamiento  de sus hijos, y aunque en cierto modo su manera de educar influye en el comportamiento de sus hijos, también lo hacen los factores biológicos, personales, sociales, protectores y familiares. 


Hay muchas situaciones que alimentan los malos comportamientos, como los casos de familias desestructuradas en las que los modelos educativos del padre y la madre son diferentes, así como los casos en que uno de los padres sufre una enfermedad grave y los hijos se sienten frustrados ante una situación que no comprenden.

Es frecuente dejar pasar los malos comportamientos, pero hay que ser consciente de que pueden ser una alarma a alguna preocupación de los niños y por eso debemos actuar como progenitores responsables. Una de las cosas que debemos tener en cuenta es que nuestros hijos pueden tener un problema de autoestima, esto es muy frecuente en el mundo infantil, y nosotros como adultos debemos ayudarles a mantener un autoconcepto equilibrado. 

Una técnica que consideramos interesante es el Entrenamiento en Autoinstrucciones, a través de la cual el niño puede guiar su conducta mediante pautas verbales poniendo su atención en la tarea que está realizando en ese mismo momento. Debemos tener en cuenta que los niños también tienen preocupaciones y que necesitan afrontarlas con nuestra ayuda. Se trata de un procedimiento de auto-control y auto-observación en el que los niños aprenden a regular sus comportamientos y a entender qué les está pasando.

Obviamente, hay casos extremos en los que los propios padres dan por perdidos a sus hijos, ya que puede haber recaídas ante cambios que los hijos no se esperan. En estos casos un profesional puede recomendar el uso de tratamientos farmacológicos como el Metilfenidato, Atomoxetina, Antipsicóticos o Litio, aunque se recomienda que se consulte siempre a un profesional.

La terapia no sólo debe centrarse en los niños si no que los padres también deben aprender a a reaccionar ante ciertas situaciones. Un buen método es la Escuela de Padres, en la que se pueden descubrir experiencias de muchos tipos y sentirse respaldado por otras familias que están pasando por situaciones similares.

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